
Algo grave está pasando
La voz
del locutor denotaba miedo, el pobre hombre a penas podía articular palabra.
Tras un torpe intento de hilar una frase con sentido consiguió por fin comenzar
a transmitir el comunicado que acababan de entregarle <<algo grave está
pasando en el condado de Charton. Las autoridades no han aclarado lo que está
sucediendo. Fuentes extraoficiales hablan de extraños sucesos en los campos, en
las calles de los pueblos. Se ha podido confirmar que una familia entera ha
sido salvajemente masacrada mientras dormían y que incluso… han sido.. ¡parcialmente
devorados! Cuando sepamos que está pasando se lo comunicaremos>>.
—Ese
es nuestro Condado…
—¡Gilipolleces!
—¡Richard,
por favor! La niña.
El hombre se rascó la tremenda
barriga cervecera mientras miraba con desprecio a su mujer.
— Cállate
gorda, ¿quién coño te has creído que eres para decirme como tengo que hablar?
La mujer miró con disimulado asco la
panza de su marido. Era tan grande que desbordaba los límites de la tumbona,
rebosando a ambos lados. Un tumbona que ocupaba el mejor sitio frente a un anticuado
televisor. Richard lanzó una mirada asesina a su mujer. La pequeña Maggie se
fue a su habitación sin decir esta boca es mía, no tenía ganas de ver otra
paliza y además seguro que a su padre
después le quedaban ganas de continuar golpeando a alguien.
—¿No
me irás a decir que te crees esas tonterías?
—No
dirían algo así de no estar seguros ¿no? — contestó insegura la mujer.
—Será
alguna broma pesada como la de la invasión extraterrestre ¡Apaga la puta radio
y enciende el televisor! Va a empezar el partido, y trae otra cerveza, que
estoy seco.
La mujer recogió la papelera que
estaba a rebosar de latas y la vació en la basura que ya se encontraba
desbordada.
Maggie, ya en la intimidad de su
habitación, conectó su pequeño transistor. Esa afición a la radio le venía de
su madre, quizás a consecuencia de que en casa la televisión solo se encendía
para ver partidos de fútbol americano, o esas películas de tiros que tanto le
gustaban a su padre y tanto les aburrían a ellas. Sintonizó la primera cadena
de noticias que encontró en el dial. Unos fuertes golpes resonaron en toda la
casa. Alguien estaba aporreando la puerta con muchísimo empeño.
La radio emitió estática antes de
que la voz de un acelerado locutor pudiera oírse.
—Dicen
que se ha podido ver a gente comiéndose a otras personas ¿qué hay de cierto en
eso John? … ¿John?…
—Sí
Peter, me encuentro en la calle principal de Holloways, con uno de los
testigos ¿es cierto que ha visto a uno de sus vecinos atacar a otro?
—Así
es, era el mal nacido de Michael Werner— el hombre hablaba con un fuerte acento
del centro del país—, mi vecino desde hace más de 20 años. El muy cabrón atacó
a Robert Phill, otro vecino que paseaba su perro tranquilamente, y comenzó
morderle la cara ¡juro que le vi arrancar pedazos enteros de carne del pobre
Robert!
—¿Un
momento? — le interrumpió el locutor desde los estudios—, ¿me está diciendo que
vio a uno de sus vecinos comerse a otro?
—Así
es señor, el muy cabrón terminó de comerse la cara de Robert y luego continuó
con el resto de su cabeza, no pudimos hacer nada, estaba como poseído, lo
intentamos con todas nuestras fuerzas, pero no hubo manera, se deshizo de
nosotros como quien no quiere la cosa.
Los golpes en la puerta sonaban con
más fuerza. Maggie oyó el crujir de la tumbona y los pasos de su padre mientras
maldecía cagándose en los muertos de quien le estuviera destrozando a golpes su
puerta.
—¡Un
momento!— gritó John, el locutor a pie de calle—,¡ algo está pasando, un gran
grupo de personas se dirige hacia nosotros!, Peter, vamos a tener que cortar la
conexión, esto no me gusta…
—¿Qué
está pasando exactamente John? — Preguntó Peter desde los estudios.
—¡Esta
gente está loca!,están atacando a los que estamos en la calle y ¡joder!, ¡se
los están comiendo!
La puerta se abrió con fuerza,
astillas volaron por todas partes. Maggie corrió al salón, tenía que contar a
sus padres lo que estaba pasando allí fuera, a pocas calles de distancia. Se
quedó paralizada al ver lo que estaba pasando. Su último gesto fue de
satisfacción al ver como un individuo arrancaba la garganta de su padre de un
mordisco.